Disciplina, mejor si es positiva.

Y para empezar el día Disciplina positiva…

Educar a nuestros hijos no es tarea fácil, ¿Aunque quien dice que es difícil?

Como la mayoría de cosas acostumbra a ser un tema de percepción más que de realidad. “mira el vecino que bien, y mira el otro que mal, van tarde, adelantados para su tiempo!!…” y una infinidad de opiniones subjetivas que nos acaban llevando por el camino de la comparación y el absurdo del querer ser mejor o peor…

La bola es eterna y nuestro ego es insaciable e intenta buscar combustible en todas las teorías, métodos y como hoy hablaremos, disciplinas que intentan que nuestros hijos sean los “más mejores” del mundo mundial.

Los métodos por excelencia en la mayoría de los hogares con niños que conozco son las comparaciones, los castigos, las amenazas y las recompensa… este ultimo muy de moda a raíz de algún programa de televisión que nos anima a poner pegatinas de colores a los niños que a duras penas saben hablar, en función de su comportamiento ¿Alguien se ha parado a pensar el grado de frustración ocasionado en el niñ@ cada vez que su pegatina es de un color diferente al esperado? En fin, también podemos hablar de eso en otra ocasión.

Este tipo de formas de actuar se basan principalmente en creer que cuando el o ella se siente peor consigo mismo, frustrado, resentido, abatido… eso ayuda a conseguir que en un futuro haga las cosas mejor. Y esto que suena tan redundante, es una herramienta utilizada por muchos de nosotros en algún momento.

Está claro que se trata de una forma superlativa (siempre he querido usar esta palabra) de ver las cosas, pero no deja de ser drástico.

La personita reacciona para intentar no volver a sentirse de esa manera que nosotros le hemos hecho sentir.

Resultados de este comportamiento:

  1. Resentimiento “es injusto, no puedo confiar en…”
  2. Venganza “ahora ganan, pero ya llegará mi oportunidad…”
  3. Rebelión “haré lo contrario para que vean que no pueden conmigo…”
  4. Repliegue –artería y reducción de la autoestima- “la próxima vez ya no me pillan, soy una mala persona…”

En el otro lado, encontramos la disciplina positiva, que se basa en lo opuesto a la anterior, es decir que cuando nos sentimos mejor, mejoramos.

La estructura de esta disciplina está diseñada para animar a los niñ@s a auto controlarse cuando de una forma respetuosa los implicamos en la resolución de los conflictos y no los tratamos con simples victimas de lo ocurrido.

Dicho de otra manera intentaremos acompañarles por las emociones que limitan sus capacidades de actuación, a interiorizar la idea de que la disciplina puede ser positiva aunque esto requiere tiempo.

”Identificando que me está pasando, puedo ver cuándo es el mejor momento de actuar”

Si conseguimos esto, hablar sobre lo ocurrido cuando ocurra algo a destacar, se convertirá en la forma de actuar habitual, en lugar de aleccionar de cómo hacerlo la próxima vez.

Para ello podemos empezar con una frase tipo ¿qué podemos hacer para arreglarlo?” esto nos puede ayudar a crear un ambiente de equilibrio para llevar a nuestro interlocutor a empezar a sentirse mejor.

También puede ayudar tener un espacio elegido por el niñ@ donde poder retirarse a pensar y auto relajarse. Esta es una buena manera de empezar la gestión de las emociones de manera positiva.

También encontramos algunas preguntas que nos pueden ayudar a comenzar una conversación:

  1. Qué ha sucedido
  2. Cómo se siente por lo ocurrido
  3. Qué ha aprendido
  4. Cómo usar lo aprendido en el futuro
  5. Qué ideas tiene para solucionar el problema ahora

El objetivo final  queda claro que es ayudar, no castigar y muchas veces contar con un profesional puede ser muy beneficioso para tod@s.

Written by BabyPlanner Barcelona

Consultores de Maternidad y Paternidad privados: Especializados en enfermeras tituladas a domicilio, pediátricas y Salus, los primeros días del bebe en casa.

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Disciplina, mejor si es positiva.

Y para empezar el día Disciplina positiva…

Educar a nuestros hijos no es tarea fácil, ¿Aunque quien dice que es difícil?

Como la mayoría de cosas acostumbra a ser un tema de percepción más que de realidad. “mira el vecino que bien, y mira el otro que mal, van tarde, adelantados para su tiempo!!…” y una infinidad de opiniones subjetivas que nos acaban llevando por el camino de la comparación y el absurdo del querer ser mejor o peor…

La bola es eterna y nuestro ego es insaciable e intenta buscar combustible en todas las teorías, métodos y como hoy hablaremos, disciplinas que intentan que nuestros hijos sean los “más mejores” del mundo mundial.

Los métodos por excelencia en la mayoría de los hogares con niños que conozco son las comparaciones, los castigos, las amenazas y las recompensa… este ultimo muy de moda a raíz de algún programa de televisión que nos anima a poner pegatinas de colores a los niños que a duras penas saben hablar, en función de su comportamiento ¿Alguien se ha parado a pensar el grado de frustración ocasionado en el niñ@ cada vez que su pegatina es de un color diferente al esperado? En fin, también podemos hablar de eso en otra ocasión.

Este tipo de formas de actuar se basan principalmente en creer que cuando el o ella se siente peor consigo mismo, frustrado, resentido, abatido… eso ayuda a conseguir que en un futuro haga las cosas mejor. Y esto que suena tan redundante, es una herramienta utilizada por muchos de nosotros en algún momento.

Está claro que se trata de una forma superlativa (siempre he querido usar esta palabra) de ver las cosas, pero no deja de ser drástico.

La personita reacciona para intentar no volver a sentirse de esa manera que nosotros le hemos hecho sentir.

Resultados de este comportamiento:

  1. Resentimiento “es injusto, no puedo confiar en…”
  2. Venganza “ahora ganan, pero ya llegará mi oportunidad…”
  3. Rebelión “haré lo contrario para que vean que no pueden conmigo…”
  4. Repliegue –artería y reducción de la autoestima- “la próxima vez ya no me pillan, soy una mala persona…”

En el otro lado, encontramos la disciplina positiva, que se basa en lo opuesto a la anterior, es decir que cuando nos sentimos mejor, mejoramos.

La estructura de esta disciplina está diseñada para animar a los niñ@s a auto controlarse cuando de una forma respetuosa los implicamos en la resolución de los conflictos y no los tratamos con simples victimas de lo ocurrido.

Dicho de otra manera intentaremos acompañarles por las emociones que limitan sus capacidades de actuación, a interiorizar la idea de que la disciplina puede ser positiva aunque esto requiere tiempo.

”Identificando que me está pasando, puedo ver cuándo es el mejor momento de actuar”

Si conseguimos esto, hablar sobre lo ocurrido cuando ocurra algo a destacar, se convertirá en la forma de actuar habitual, en lugar de aleccionar de cómo hacerlo la próxima vez.

Para ello podemos empezar con una frase tipo ¿qué podemos hacer para arreglarlo?” esto nos puede ayudar a crear un ambiente de equilibrio para llevar a nuestro interlocutor a empezar a sentirse mejor.

También puede ayudar tener un espacio elegido por el niñ@ donde poder retirarse a pensar y auto relajarse. Esta es una buena manera de empezar la gestión de las emociones de manera positiva.

También encontramos algunas preguntas que nos pueden ayudar a comenzar una conversación:

  1. Qué ha sucedido
  2. Cómo se siente por lo ocurrido
  3. Qué ha aprendido
  4. Cómo usar lo aprendido en el futuro
  5. Qué ideas tiene para solucionar el problema ahora

El objetivo final  queda claro que es ayudar, no castigar y muchas veces contar con un profesional puede ser muy beneficioso para tod@s.

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La bola es eterna y nuestro ego es insaciable e intenta buscar combustible en todas las teorías, métodos y como hoy hablaremos, disciplinas que intentan que nuestros hijos sean los “más mejores” del mundo mundial.

Los métodos por excelencia en la mayoría de los hogares con niños que conozco son las comparaciones, los castigos, las amenazas y las recompensa… este ultimo muy de moda a raíz de algún programa de televisión que nos anima a poner pegatinas de colores a los niños que a duras penas saben hablar, en función de su comportamiento ¿Alguien se ha parado a pensar el grado de frustración ocasionado en el niñ@ cada vez que su pegatina es de un color diferente al esperado? En fin, también podemos hablar de eso en otra ocasión.

Este tipo de formas de actuar se basan principalmente en creer que cuando el o ella se siente peor consigo mismo, frustrado, resentido, abatido… eso ayuda a conseguir que en un futuro haga las cosas mejor. Y esto que suena tan redundante, es una herramienta utilizada por muchos de nosotros en algún momento.

Está claro que se trata de una forma superlativa (siempre he querido usar esta palabra) de ver las cosas, pero no deja de ser drástico.

La personita reacciona para intentar no volver a sentirse de esa manera que nosotros le hemos hecho sentir.

Resultados de este comportamiento:

  1. Resentimiento “es injusto, no puedo confiar en…”
  2. Venganza “ahora ganan, pero ya llegará mi oportunidad…”
  3. Rebelión “haré lo contrario para que vean que no pueden conmigo…”
  4. Repliegue –artería y reducción de la autoestima- “la próxima vez ya no me pillan, soy una mala persona…”

En el otro lado, encontramos la disciplina positiva, que se basa en lo opuesto a la anterior, es decir que cuando nos sentimos mejor, mejoramos.

La estructura de esta disciplina está diseñada para animar a los niñ@s a auto controlarse cuando de una forma respetuosa los implicamos en la resolución de los conflictos y no los tratamos con simples victimas de lo ocurrido.

Dicho de otra manera intentaremos acompañarles por las emociones que limitan sus capacidades de actuación, a interiorizar la idea de que la disciplina puede ser positiva aunque esto requiere tiempo.

”Identificando que me está pasando, puedo ver cuándo es el mejor momento de actuar”

Si conseguimos esto, hablar sobre lo ocurrido cuando ocurra algo a destacar, se convertirá en la forma de actuar habitual, en lugar de aleccionar de cómo hacerlo la próxima vez.

Para ello podemos empezar con una frase tipo ¿qué podemos hacer para arreglarlo?” esto nos puede ayudar a crear un ambiente de equilibrio para llevar a nuestro interlocutor a empezar a sentirse mejor.

También puede ayudar tener un espacio elegido por el niñ@ donde poder retirarse a pensar y auto relajarse. Esta es una buena manera de empezar la gestión de las emociones de manera positiva.

También encontramos algunas preguntas que nos pueden ayudar a comenzar una conversación:

  1. Qué ha sucedido
  2. Cómo se siente por lo ocurrido
  3. Qué ha aprendido
  4. Cómo usar lo aprendido en el futuro
  5. Qué ideas tiene para solucionar el problema ahora

El objetivo final  queda claro que es ayudar, no castigar y muchas veces contar con un profesional puede ser muy beneficioso para tod@s.

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